El próximo miércoles 14 de septiembre, inspectores del Fondo Monetario Internacional, el Banco Central Europeo y la Comisión Europea viajarán a Grecia para tomar una importante decisión, si se ejecuta o no el sexto tramo del primer rescate al país, que supondría una inyección de otros 8.000 millones de euros.
Mientras tanto, el gobierno griego adopta reformas de última hora y anuncia que no tiene dinero para pagar salarios y pensiones a partir de octubre.
Que el país abandone el euro es una opción que ha descartado por completo la Unión Europea, pero que sí han apoyado en público el primer ministro holandés, Mark Rutte, o algunos dirigentes del CDU, el partido de la canciller alemana Angela Merkel; en Grecia no quieren saber nada del tema. Sin embargo, sí es un escenario posible, dada la urgencia de la situación en el país.
Lo que es un hecho es la quiebra, el pasado mes de julio cuando se aprobó el segundo rescate a Grecia y, por tanto, una "reestructuración de la deuda". Ya se estarían preparando para la quiebra, como acreedores que son de Grecia, los bancos alemanes y galos, y esta no tendría por qué implicar la salida del euro.
Aunque, en el peor de los casos, podrían ocurrir "las dos cosas". El "problema de credibilidad" del que adolecen los griegos no ayuda mucho, asegura Steinberg; todo lo contrario que el BCE, que pese a sus "rifirrafes" y la división interna exteriorizada en la reciente marcha del economista jefe, Juergen Stark, "seguirá comprando deuda".
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